jueves, 25 de marzo de 2010

Las elecciones colombianas de marzo de 2010: un desbordamiento democrático

Eloy García (*)

Observador Internacional

eloygarc@gmail.com



Conozco Colombia desde hace casi treinta años. Llegué por primera vez a este magnifico país a principios de los años ochenta, cuando la sociedad empezaba a tomar conciencia de la urgencia de profundas reformas políticas, y cuando el malogrado Luis Carlos Galán fascinaba a los colombianos. Desde entonces hasta hoy, he asistido como testigo mudo y con la imparcialidad que puede corresponder a un extranjero, a la increíble evolución positiva que ha protagonizado el pueblo colombiano. Admiro a Colombia y a sus gentes, y todos los que han tenido oportunidad de escucharme en las distintas universidades de la república en que he sido invitado, saben bien hasta que punto llevo en el corazón estas palabras. Tal vez por ello, he aceptado con gran ilusión el nombramiento de observador internacional en las elecciones celebradas hace unos días para el Senado, el Congreso y el Parlamento Andino.

Junto con un grupo de observadores independientes procedentes de España, Canadá, Suiza, Francia y otras naciones europeas, y de prácticamente toda America Latina, he podido examinar in situ con absoluta libertad e imparcialidad, como se desarrollaba la jornada electoral del 14 de marzo. En concreto, mi grupo estuvo en Bogota, en los puestos de votación situados en la Fundación Konrad Lorenz, la Universidad Piloto de Colombia, el Colegio distrital Miguel Antonio Caro, el salón comunal La Perla. En todos ellos pudimos comprobar lo mismo: masas de pacíficos ciudadanos que se arremolinaban en fila para votar. Personas ansiosas por hacer de su voto un instrumento de acción democrática. Gente, muchísima gente, seriedad y ambición de participación en los votantes, orgullo por cumplir con un deber cívico entre los componentes de las mesas, por todas partes orden, paz, tranquilidad…..un pueblo ejerciendo en libertad la democracia.

Dando testimonio de lo que he visto, tengo que decir bajo juramento que he asistido a unas elecciones excepcionalmente limpias, en las que los fallos instrumentales que eventualmente se hayan podido producir, no alteran en nada el impresionante ejercicio democrático tan palmariamente acreditado. Es más, y si se me permite expresar respetuosamente una opinión subjetiva pero que es neutral y bien intencionada, creo con toda firmeza que si algo puede explicar los problemas que atañen al gran número de votos nulos, a las dificultades de los electores para identificar los candidatos, a la lentitud del recuento, y a otras cuestiones instrumentales que en este instante son objeto de debate, se deben en su mayor parte, al inusitado éxito de la democracia del domingo pasado. Los colombianos han acudido a las urnas de una manera extraordinaria y no prevista, que ha desbordado todos los cálculos. Y cuando digo todos, no me refiero a las previsiones de la Registraduría Nacional del Estado Civil ni del Consejo Nacional Electoral que a mi entender – o mejor dicho en lo que he visto con mis propios ojos – han cumplido con irreprochable escrupulosidad sus cometidos técnicos, estoy aludiendo al conjunto de la política y de la sociedad colombiana.

Para los que fechas antes de la jornada electoral cavilábamos sobre cómo podrían discurrir los comicios, era impensable que el enorme deseo de democracia de los colombianos, terminara estallando con tanta fuerza. Nadie preveía que los colombianos acudirían en semejante número y con tanto entusiasmo a las urnas, porque en el fondo ninguno habíamos comprendido hasta que extremo la sociedad colombiana ha tomado la determinación de ejercer en primera persona el gobierno de sus destinos. Hace pocos días se discutía aun en círculos académicos sobre si Colombia entraba o no en la categoría de los Failed State, a propósito de si en Colombia las instituciones constitucionales eran independientes, en torno a si la imagen de Colombia en el mundo era mejor o peor que la del resto de America Latina. Las elecciones han servido para demostrar que Colombia es una sociedad democrática plena, y que sus ciudadanos quieren implicarse de manera activa en las decisiones que afectan a vida política.

El simple umbral de participación, acredita que el pueblo colombiano ha ido mas lejos de lo que preveían sus gobernantes, y ha asumido un protagonismo que justifica el entusiasmo en todos los que creemos sinceramente que el siglo XXI es el momento, la oportunidad histórica que Colombia esperaba. Por eso, en vez de discutir sobre fallos imaginarios, reproches inventados y fraudes inexistentes, los poderes públicos colombianos debieran esforzarse en poner la ley electoral a la altura de la gran lección de juego limpio que acaba de dar el pueblo colombiano. Es el sincero parecer de un académico que ama a Colombia, y que quiere dar público testimonio de lo que en conciencia ha visto.

(*) Eloy García, es Doctor en Derecho (Ph.D) por la Universidad Complutense de Madrid, Catedrático (senior Profesor) de Derecho Constitucional, y miembro de la comisión independiente de observación internacional que ha vigilado las elecciones colombianas del 14 de marzo de 2010.

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